domingo, 11 de mayo de 2014

autorretrato

No soy escritora. Escribidora, tal vez. Que en esto, como en casi todo, hay clases y siempre me he sentido mejor entre los apartados, mejor aún… autoexcluidos… Ni arriba ni abajo… floto a una altura razonable.


Lo que me pasa es que padezco una infección en el decir y duermo poco.

A través de la escritura se manifiesta mi enfermedad y se aviva la certeza de saberme incurable. El lenguaje, tejido purulento de alma y de ego, me hierve en las sienes, ávido de sonido, de frontones sensibles donde realizarse tras el impacto y devenir nada a continuación. Reacciono a los estímulos con palabras, en lo interno, el lúbrico territorio de la digestión, del pánico, del delirio, donde celebro la combustión de lo vivido y ardo sin acabarme.

La palabra se posa en el papel o en la pantalla, febril y mal intencionada casi siempre, para ser sepultada de inmediato por el paso de los días y el descomunal peso de las actualizaciones, vacía de importancia vestida con el impoluto uniforme de lo invisible.

No veo estanterías donde lucir el corazón encuadernado. No veo templos ni santuarios, salvo el de algunos costillares ajenos, que son el mío. No veo desde aquí mi nombre en letra de imprenta. Pero sí me veo exudando decires, ahí, en los días que vienen, suavemente encadenados uno a otro, en el papel, en la pared, en el agua… en los intervalos nocturnos que diferencian a los benditos de los insomnes a cuyas cuerdas me ato para balancearme de noche sobre los tejados.

No tengo pudor en reconocer que he hecho el mal con la palabra y que lo he hecho a conciencia. Que alguno ha llorado y me ha maldecido. Y he sentido una agradable sensación en lo oscuro, desde donde los he visto enfrentados a sí mismos y a mi ojo maldito, desde donde les hubiese dicho si no me odiasen, que sé combinar en los labios el beso y el veneno, igual que ellos, pero con esa torpeza nada correcta que nos diferencia a los brutos de los pulidos, que nunca doy a nadie por perdido, que no libero lo amado, que no lo hundo en el olvido, que no lo niego, que no sepulto su memoria en la gélida sombra que se hace cargo de lo muerto. Que sigo mirando en dirección a su sangre deseando que germine flor por el mundo. Sigo sintiéndolos destino.

No lo he hecho sin querer. He herido. Con el ojo desorbitado de la conciencia fijo en el objetivo.

He minado cicatrices.

No estaban curados. Pero vendían salud con una soberbia intolerable.

Mis balas nunca serán de fogueo y las excusas pueriles no van a llagarme la boca.

Así que no hago esto de apilar frases con el rigor del que presumen los del oficio… No soy escritora. Ignoradme… así, con esa indiferencia fosforescente que os hace reaccionar como si no os tocase… Envueltos en vuestro algodón de azúcar, vosotros, los que me maldecís, ávidos de mi nada, disfrutad del rosa y mentid, que no os duele, que acabo en punta roma, que ya no humea en la vuestra mi columna…

Yo sólo ejerzo de mí misma… nada bueno esperéis… confinadme en el silencio de vuestras voces… os escucho… interpreto vuestro mal….

1 comentario:

  1. jajajajajaja.....Como me gustas nena. Directa al objetivo. Que don tan maravilloso para expresar dignamente lo que sientes en cada momento. Virtuosa.

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