Lo hacíamos entonces, cuando contábamos los tres, con una excusa ósea para usarla a ella a modo de arco. Nos lo permitía. No tenía elección. Éramos suyos. Después, la muerte recuperó para sí nuestros huesos y atomizó nuestras voces, poco a poco. La mía ha sido la última. Pero tan débil era, tan asqueada se hallaba de susurrar en vano tu nombre, que creo que me precedió en lo de morir. A ellos, mis añorados amigos, les colocó obleas en las bocas para perpetuarles la sonrisa, santificándolos de algún modo –que de eso sabe la muerte- y los tiñó de azul, narcotizados de Leteo. Conmigo no fue tan considerada. No me dejó dibujarle en el torso un corazón con la punta de mi lengua. Me negó el beso. Me negó el azul. Me negó el olvido. Me negó su amor y su clítoris helado. Porque la deseé hasta la alambrada de espino, porque la acosaba yendo tras ella, porque le salía al paso como un funámbulo ebrio aprovechando cualquier filo. Así que, aunque me hizo transparente decolorándome hasta la sombra, eternizó en mi rostro el gesto adusto, insistiendo en la inclinación sombría de mis cejas sin aliviarme el trazo del ceño que sangraba y me convirtió en esto que no ves… un fantasma.
Sigo usándola a ella como un arco. La necesito para acercarme a ti. Me agarro a la cola de su amor… tiene forma de perro.
Lo hago porque no puedo verte instalada desde mi niebla en el ocre, yendo y viniendo de las porquerizas con tu cesta de exvotos, mordisqueando espaldas, succionando médula, dejando un rastro de vertebras por donde pasas… ¿No ves que soplo sobre ellas para avivar las llamas, mientras entregas a los eunucos tu pasión?
Una gota de mi eternidad es eso que te cuelga del labio.
No. Al otro lado no estaban ellos esperándome. Mi puto arco iris no es más que gris degradándose en la noche, apoyado en las dos estacas enfrentadas del desierto.
Condenado a repetir mis obsesiones, abuso de la espiral y olisqueo tu pelo, pulsándote el humor, abatiéndote en mi espacio, abriéndote en canal, descendiendo a tus infiernos con un carburero siniestramente sostenido en mi diestra y un pájaro amarillo aferrado contra el pecho...
Busco lo que nos niegas. Lo busco sin descanso. Me pertenece.
sábado, 24 de mayo de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario