viernes, 1 de julio de 2011

TALONES LLAGADOS

El aire te pasa la lengua por el rostro obligándote a cerrar la cremallera del labio y del ojo vigía –el que no se acobarda ante lo Invisible-
el otro… sólo se abre hacia adentro….
Llevas para tu ejecución unos bonitos zapatos de tacón y una diana en el culo.
Pero te despeinas y en el entrecejo se deja ver la araña, hostil y cierta: el aire nunca te dejará ser hermosa…
Y algo llora en ti mientras él deposita sus huevos en la arcada de tus infiernos, vacilando entre el azul y el rojo… el rojo y el azul… porciones del círculo cromático que reclaman su corona de fuego señalando la bastardía de su opuesto…
-El aire se prende en el recuerdo los nombres de quienes lo odian –te dijeron-. No te dejará volar.
.
Y como el aire se sabe tu nombre, no vuelas –se lo cosió en la punta del ala, de las mil, la más ajada-, afilado, bisílabo, oprimido, carmín desleído, quebrado desde que cortó el pan con el cuchillo por no partirlo con la mano… ¡maldición!… la mano muerta, la del incesto, sede de la nada, entrada luminosa a la cámara del emparedado por amor, la mano de endeudarse y de no cobrar.
La que tapa la boca cuando se traga la sangre del tributo.
La que toca por encima de la ropa por no quemar… mientras la eternidad se abre como una granada jugosa.
-Desangraron el pan –te dijeron.

Y te soltaste el pelo, muda…
Y en cascada cayeron las cenizas que lo cubrían contaminando el río.

-Fuiste como muñeca de fieltro. Pero conociste el abrazo de los niños… y viste cómo se hinchaban las sirenas…
Caducas… Es bueno…
Pesas menos. Pesas más. No tienes peso… Caes a plomo…
El aire besa y te besa
casi romántico, en el borde mismo de tomar cuerpo… pero no…
Sin brazos aprieta tus cañadas, tus valles articulados, tu ojo de buey, tu piel desierta –la de esperar, paciente y depilada, lluvia con caída en picado de abejas…
Pero el beso del aire nunca sabe a hombre, nunca sabe a perro, ni a verbo, ni a flor,
No sabe a jarabe, ni a cuchillo de cortar carne… ni a sábana para dos.
No sabe a sal ni a calendario ni a esquela ni a hueso.
No. No sabe más que a aire…
A aire y a hambre enfrentada con espejo: ávida de perfecta simetría.

Sobre el anfiteatro –congelada la noche de los estrenos en un glóbulo de memoria- vaga una estela de aplausos y palmas que en barbecho se baten, tan removidas que no parecen manos.
El coche fúnebre mantiene las luces apagadas, discreto, suavemente posado en el cáliz de una rosa y el aire embiste sin cornamenta contra sus cristales ahumados, ciego.
El aire…. recaudador de pájaros y faldas de vuelo…
retuerce con furia los pezones de las hadas, maltratándolas por no atreverse a existir más que en los cuentos… engreídas.
Es entonces cuando parece oírse a lo lejos el eco de un gemido que milagrosamente hace elevarse como cortinas las paredes.
A la intemperie ellos, los demás, sorprendidos en plena degustación de la médula de la noche… ven la intimidad licuarse bajo el ojo purulento de la luna.
La gravedad reclama para sí el furor de las erecciones y el pudor se apresura a asexuar las sombras con una cánula…

Nada de esto sucedería, nada… si el sueño… tomase con regularidad tus sienes y te cepillara el pelo, como un siervo.
Pero sí, sigue llamándolo… vendrá. Insiste.
Te lo prometo.
Y dejarás de decir aquello de que el amor es una mentira de contención para que no lloren los niños. Puede que no lo sea.

Ahora, descalza, con los zapatos de tacón en la mano, volviendo a casa, me recuerdas un poco más a ti misma, a lo que ya no tienes tiempo de ser.
Tú y tus talones llagados.

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