lunes, 18 de febrero de 2013

de "Retales de otros ayeres"

… Sólo quería ser una mujer normal, con un sentir equilibrado o al menos razonablemente desequilibrado, como el de la mayoría, con ese tipo de prontos que soluciona un polvo, una tarde de compras o una onza de chocolate… una mujer de las que reinan en nube rosa, con sus accesorios a juego, sus perfumes, sus amigas rabiosas y suaves y esas ternuras propias del sexo hábil que prolonga la estancia del mono-hombre en la tierra… una mujer con palabras ligeras, aladas en la parte inferior, sin plomo, mujeres con cascabel en la risa, con cascabel en el pelo, con cascabel en el rabo, con corona de flores y frasquito de veneno en la mano del crimen… una mujer diestra en el manejo de la aguja para hilvanar sueños y nimiedades…. Una mujer normal con su número de serie en los talones y esa capacidad fascinante de caminar calzando toboganes, desafiando a la naturaleza al sostenerse sobre los vértices de sí mismas, mintiendo acerca de la longitud de sus piernas y la curvatura real de sus nalgas… una mujer normal con la fecha de caducidad invisible bajo el lápiz de labios… De esas que esperan a la salida de los colegios, de las que piden la vez para comprar pescado, de las que van de la mano de hombres pequeños, de las que preguntan qué estás pensando cuando saben que tras el vacío, lo que queda es nada, de las que soplando hacen las camas y deshacen las conspiraciones del polvo espiando al ácaro, combatiendo la mugre, purificando el aire con ambientadores de pino. Yo quería ser una mujer normal, antinatural como todas las mujeres normales. Y sobre todo, no excederme en el llanto. No me refiero al de comprar compasiones, ni a las tan socorridas lágrimas de cocodrilo, tan apreciadas para subir escalones en el arte del femenino dominio de lo absurdo, no, no me refiero a ese llanto teatrero, aprendido, sino al solitario, íntimo… al nocturno, al corrosivo, al ahogado, al que supone desove de pirañas en el río del ojo, escultor de esa crónica tristeza del alma sexuada que parece querer apuntalar el lacrimal al núcleo de la tierra.


Porque si ahora fuese una mujer normal no malviviría esta hora prendida por una arteria de un rayo de luz ausente, preguntándome acerca de lo invisible, de lo venidero, de lo probable…No… si fuese una mujer normal, la malviviría según la norma…

(Carmen Jurado Torresquesana, Septiembre 2012)