sábado, 4 de mayo de 2013

... de "El Diario de Humo"...








Yo era la más negra, la que introducía de madrugada el frío entre tus sábanas con mis pies de muerta –No les llegaba la sangre, te dije… Tampoco le llega a tu cabeza, bromeaste-. Yo era la que dilataba agujeros en el nocturno plañir de las paredes cuando no me sometía el sueño a tiempo, antes de convertirse la noche en jaula, y transformarme en reo, antes del amanecer interviniendo mi costillar –otra jaula-. Tenía alguna poderosa razón para la negrura –dijeron- y para aguar el vino también y para no recordar los números, ni mis vidas pasadas, pero la ignorábamos todos, sí, nosotros dos y esas otras formas de vida que conjurábamos al tocarnos…

Tú, cubierto de tanta suavidad que me dolías, descendías por el tobogán hasta el sótano de tus azules privados, cargado a tus espaldas con mis renglones ilegibles y la imagen especular del llanto que te ocultaba. Si llegaba a dormirme antes que tú, y a hacerlo bien, con la sombra del querube del sueño sobre mi cara, tú no dormías, acusando después en tu rostro un pétreo despertar mal hilvanado, el pelo revuelto, el gesto adusto y mi poco oportuna caricia… Pero si tú dormías, yo inventariaba glóbulos negros, insomne, en mis desorbitados ojos, internándome en las bocas de las furias… exprimiendo en ellas la jugosa luna para combatir la sed que me dejabas llevándote mi agua en tus ojos… contigo… a la espiral donde dibujas desde siempre glaciares sin sonido y mares de lava…

El día ha crecido deforme hacia la oscuridad, porque estás lejos, más allá de las ondas que la piedra forma en el agua. Siento el merecido frío del despiece. No sé cómo conservar el calor, cómo no parecer tan triste, tan permeable… Pienso en tus cuchillos.

Son las nueve menos diez y amo al margen de lo demás, tus exhalaciones, la distancia infinita que nos acerca, el beso que nos separa, la curva mortal de tu cuello, el vértigo de tu espalda, el ir y venir de todos los hombres que eres.

Carmen Jurado Torresquesana –De El Diario de Humo