sábado, 27 de julio de 2013

de "El Diario de Humo"

He intervenido en el rigor de las horas centrales del día soplándoles gélido en las colas. Para sobrevivir un poco… que me sumía en una de esas muertes domésticas de julio, tan mal sufridas, bañada en esa versión de mar que el poro exuda, despiadado. Me he subido a una silla con ruedas, descerebrada, sí, para alcanzar la cumbre y darme vida. No he podido evitarlo: La tentación agitaba ante mí tan hermosa cabellera invitándome a hundir mi dedo ejecutor en su pezón helado, que me he dejado ir, exponiendo en ello la santidad que no voy a poseer nunca… He perdido de este modo el documento que me acreditaba como parte de lo que se deshidrata día a día, bajo el severo sol, por unas horas. He perdido también esa pátina de angustia y mi cromo del pez que abre mucho los ojos. Y he recuperado mi piel fría y la sonrisa anfibia de mi buen dios.


Por si no nos encontramos al otro lado de los ígneos muros del verano –por si no sobrevivo al mercurio dilatado con el que se escribe tu nombre- dejo en ellos prendido el recibo de este amor que nunca esperé cierto al cabo de todos los fracasos que dan altura a esta mi estructura aérea que gravitaba, cuando nos encontramos, sobre el devenir de tus semillas, abrazando el fruto futuro que ya veo…

jueves, 4 de julio de 2013

de "El Diario de Humo"

La mujer, la buena mujer, que sólo se dejaba ver para levantar amablemente las persianas de su sonrisa cuando bajaba a la tierra-mundo a por provisiones, dueña de su sombra –se creía- y de la sombra de su sombra y de las apariencias que otros daban por ciertas al acatar ella religiosamente autómata los horarios… objeto relativamente agradable de ver bajo los focos indiscretos del verano… dulce… delicada… derecha… cíclicamente callada… sin tachadura… La mujer sin antecedentes penales… sin delitos de sangre… la del expediente níveo… ha sido sentenciada… creo que por pervertir el cromo del triángulo ejemplar –uno de esos donde ella, discreta siempre, en su torre, sola, a salvo de las miradas erectas de los hipócritas, con la tarea cumplida de hacer crecer al hijo, mantiene el brillo del nombre del hombre que no la ama y que atravesándola cada día como un holograma, la niega-.


La mujer que conservaba impecable la limpieza de su patio donde deslumbraba el blanco de su ropa tendida, cumpliendo así con lo que de ella se esperaba, sin esperar ella otra cosa para sí que el paso plúmbeo de los días.

Sin más afecto que el del sol (el único amante al que se le hace agua la boca lamiéndole los pezones erguidos si arde el mediodía, y abriéndose paso entre sus piernas ataja por su vientre hacia sí mismo…) y el de las bocas que se nutren de ella….

Si la mujer, hacia adentro, supura la sangre blanquecina que no invierte en vida, a nadie importa.

Si la falta de amor la azulea… no importa.

Si se le congelan la voz y las yemas de los dedos, y pierde el poder de incendiar el aire disparando desde el ojo que recaudó el impuesto glauco de los cielos… no importa…

Si se le agota el crédito de exhalaciones… no importa.

Si la mujer se torna quebradiza, si se le seca en exceso el pelo, si se le opaca el aura, si se viste sólo de marrón, si se preocupa más de lo normal de que los gatos de la calle estén alimentados, si se le da por domesticar íncubos, hurgar en las grietas, interrumpir con su pequeña espiritrompa atrofiada el recorrido alegre de la luz… no importa…

Pero, si la mujer, inesperadamente, a última hora despierta y la lucidez, de súbito hembra, le escupe la palabra encierro al rostro… y acabada en cola se le rebela el animal de las tardes no resueltas cuando ansiaba ser cubierta por un cuerpo de hombre amante, hombre ola, vértice, llama, obelisco, puñal, cima…y recurría a sus propios dedos para desatascar la furia incandescente del deseo… que no impedían después el llanto tras los feroces orgasmos en la nada.

Si, harta de beberse a sí misma, la hembra regurgita la arena del tiempo muerto y baja a la tierra-mundo, profanando el orden incuestionable de los peldaños al desviarse del legítimo rumbo, y se expone a las miradas erectas de los hipócritas sin ninguna intención de hacer uso de su invisibilidad, y si lo hace en horas prohibidas, burlando la decencia, dejándose ver asiduamente por un acompañante que no es sangre de la suya, más semejante a un dios que a un hombre… Si un rastro de feromonas dibuja a su paso, insultantes espirales de vida… Si de golpe embellece y late con ruido… Si aparece re esculpida, con lava en la retina, con el aroma de otra almohada en su cabello y la voz rendida de haber amado… arrancada de sus propias costillas, re alada… pronto veréis a la mujer que fue con el nombre cubierto de musgo y una sentencia de muerte insertada en la ranura del pecho, por donde nadie jamás la vio antes desangrarse.