sábado, 27 de julio de 2013

de "El Diario de Humo"

He intervenido en el rigor de las horas centrales del día soplándoles gélido en las colas. Para sobrevivir un poco… que me sumía en una de esas muertes domésticas de julio, tan mal sufridas, bañada en esa versión de mar que el poro exuda, despiadado. Me he subido a una silla con ruedas, descerebrada, sí, para alcanzar la cumbre y darme vida. No he podido evitarlo: La tentación agitaba ante mí tan hermosa cabellera invitándome a hundir mi dedo ejecutor en su pezón helado, que me he dejado ir, exponiendo en ello la santidad que no voy a poseer nunca… He perdido de este modo el documento que me acreditaba como parte de lo que se deshidrata día a día, bajo el severo sol, por unas horas. He perdido también esa pátina de angustia y mi cromo del pez que abre mucho los ojos. Y he recuperado mi piel fría y la sonrisa anfibia de mi buen dios.


Por si no nos encontramos al otro lado de los ígneos muros del verano –por si no sobrevivo al mercurio dilatado con el que se escribe tu nombre- dejo en ellos prendido el recibo de este amor que nunca esperé cierto al cabo de todos los fracasos que dan altura a esta mi estructura aérea que gravitaba, cuando nos encontramos, sobre el devenir de tus semillas, abrazando el fruto futuro que ya veo…

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