domingo, 5 de febrero de 2012

EL DÍA DEL PÁJARO

El día del pájaro Son las cinco y veinte de la tarde del domingo, cinco de febrero de 2012… Del cielo blanquecino se desprenden puntas de hielo y en el breve pasillo de esta casa se murmura acerca del peso de los callados, los que respiran para sí en el núcleo helado de su nueve, avaros consumidores de agrio silencio, cerradores de puertas, paridoras de alambrada, higiénicos forenses de sus propias muertes encorvados por la carga de las llaves. Por ellos esperaba mientras me decidía entre dejarme caer sobre el teclado o cortarme uno a uno los dedos, que no dejan de crecerme y se llevan mi acabarme, lejos… mirando de vez en cuando a esos objetos que se iluminan cuando alguien que no está siente el impulso de mover los labios y hacerse cálido. Entonces, se me ha presentado Febrero, bellamente desnudo y me ha mostrado entre sus muslos helados un libro abierto con las páginas en blanco. Escribe –me ha ordenado-. No te hieles. Y mi parte piadosa ha cubierto sus piernas con una manta de cuadros, de esas calentitas de franela…Él se ha dejado besar en la mejilla a pesar del mohín con que recibe los besos. Hoy vengo con una confesión en el pico: He sentido un extraño pudor cuando quise contaros que justo a las dos menos cuarto de hoy –en la cresta de esta ola de frío- he visto un pájaro raro cruzar el cielo… Algo más grande que una paloma era, con las alas y la cola rojas… Yo miraba hacia el mar preguntándome por las prometidas nieves. Ha volado de norte a sur, yendo a refugiarse a los pinos del patio de la escuela durante un momento, para rebobinar enseguida el vuelo y alejarse por donde había venido, hacia el Norte. La calle estaba casi vacía. No vi a nadie asomado en los balcones. Parecía contener la respiración el día. Pensé que alguien más a parte de mí debía de haberlo visto y volví a asomarme al balcón. No muy lejos acerté a ver un hombre mirando por su ventana. No me respondió cuando le hice una seña con el brazo, así que probé a sacar la voz de mi saco. Me contestó moviendo negativamente la cabeza. Dirigió su rostro hacia mí y a través del hueco de sus ojos vi el cielo color gris perla… Nada pudo ver, no tenía ojos. Y me dejaba con mi verdad a solas, sin más testigo. Cuando quise contarlo me dio vergüenza, por aquello de que podía entenderse el hecho como un cuento sin serlo, cuando lo cierto es que otras dimensiones están ganando terreno al sueño de la “realidad” por momentos. Algo está sucediendo con la cordura…. Safe Creative #1202051032941

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