(Advertencia a los amantes de la luz: Alto contenido en todo
lo contrario.)
Estoy a oscuras. Ya ves. Como a ti te gusta. Y me quejaba
porque tú no encendías nunca la luz… pero ahora, que puedo, en mi territorio, no
tengo ganas de ella, con estos párpados hinchados y esta mueca metálica de
monstruo. No quiero ser evidente. Me muero. En sentido figurado, por supuesto, que
se me encabrita el sur de la sangre y exagero, siempre exagero. Pero hasta la
muerte figurada es espantosa.
Ya estoy lejos de ti. Mis horas bajas no volverán a provocarte esa ansiedad que te obligaba
a fumar más de la cuenta. ¿Ves…? Ya no te pongo un cigarrillo tras otro, en la
boca. Que he tomado nota de todas tus reclamaciones, incluso de las veladas,
bajo tu humor cruel de hombre enjaulado…Decías, que por mi culpa –que te
obligabas a fumar en el balcón para no asfixiarme-, arrojabas las colillas a la
calle.
Ya no estoy ahí. Hazlo adentro. Como antes, con todas las
ventanas cerradas. Y respira…respira hondo. Es el humo de la libertad… Vamos….
Desentumece tus pequeñas alas… Vuela hasta el ventilador del techo… Libre… Pero,
cuidado con la pared, amor… descuelga mi ojo antes… y enciérralo en la
habitación de las luciérnagas, donde cultivas el caos y acumulas fórmulas para
la muerte. Me he apartado del muro y no miro hacia ti… No puedo respirar bien
en mi burbuja, pero se debe a la piedra que llevo en el pecho, no a la falta de
oxígeno.
No te bloqueo ya. No te peso. En la distancia no existo
siquiera. Así que, puedo portarme bien. Sé hacerlo cuando no estoy. Tranquilo… No
salgas. El exterior es hostil. Hay tanto por mirar en la televisión. Cientos de
historias que no se aproximarán jamás a la extraña estética de la nuestra… A mí
ya no se me dormirán las piernas bajo tu
peso, pero lloraré y lloraré, hasta caer exhausta y parecerá que voy a dormirme,
pero no… no dormiré... porque he de llorarte… Porque tengo una tara. Y un altavoz.
Y una torre en las costillas saltando por los aires. Tú ya no habrás de esforzarte en quererme un poco,
ni siquiera los viernes. Hace demasiado calor para abrazar, para ser dos bajo
la sábana. No será necesario que recurras al manual: Cómo Compensar de la Falta
de Amor a tu Mascota… Es frecuente que el verano las haga desaparecer… Confía…
Muchas se vuelven invisibles… algunas se transforman en animales prehistóricos…
otras, simplemente saltan por el balcón… Sólo las que se quedan tatuadas cerca
del corazón resisten, y a ti, lo tatuajes no te agradan.
Yo he perdido mi nombre porque tú lo has silenciado, así,
tragándotelo para siempre, aunque vuelvas a llamarme algún día y no aciertes a
ver que soy otra, el reflejo deshidratado de esta, de la que hoy te apartas
para siempre y que no sabe bien qué es. El animal doméstico que no era, ha
abandonado la página marcada…
Se ha roto la rueda. Porque no duran eternamente los ejes.
Entiendo. Haces bien en soplar sobre mi absurda forma de nube para que abandone
tu espacio. Necesito, obviamente, unas gafas oscuras, para afrontar el rigor
del duelo. Asustan mis ojos, lo sé. Y algo de tiempo –para llorarte mucho,
llorarte largo y muy hondo, en cada peldaño que baja a mis infiernos, donde
dejaste tu huella-. Algo de tiempo, sí, para adentrarme en la niebla, encontrar
a la niña y darle el huevo de avestruz. En sueños me lo pidió mi padre.
Bajo una sábana negra padeceré las noches venideras sin
levantar sospechas.
Porque regreso a la alquimia. Al cero.
Sí… He de incubar un dios, ¿lo sabías?
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